Pequeños cambios, grandes transformaciones
Por: Laura Cadavid Arrubla, Ex Directora de Cultura y Desarrollo en GIGHA
Si bien los esfuerzos gubernamentales para fortalecer una cultura de sostenibilidad en las empresas colombianas ha aumentado el interés en las industrias por implementar manuales y políticas que impacten en la eficiencia y la transparencia corporativa desde la dirección. Esto ha sido posible gracias a la implementación de políticas públicas que promueven beneficios en las organizaciones que quieren transformar su direccionamiento estratégico, y enfocar su cultura en procesos que acompañen la responsabilidad social empresarial junto con la concientización social, enmarcado en movimientos mundiales que exigen cada vez más este tipo de acciones para hacer transacciones entre corporaciones.
No obstante, pese al balance positivo en nuestro país, por el crecimiento en los últimos años en esta materia, aún tenemos un reto enorme en el entendimiento y la practicidad en el tema.
El conocimiento parcializado, la desinformación y el tabú frente a la sostenibilidad empresarial, marcan una mirada tímida de las industrias por declararse “sostenibles”, pues la conversación radica en un pensamiento de grandes inversiones o transformaciones para ser responsables ambiental y socialmente, además de conseguir beneficios en su cadena de valor, con resultados financieros positivos y sostenibles en el tiempo, pese a que hay muchas experiencias alrededor, que demuestran la contundencia de los resultados.
Para que una corporación, independientemente de su capacidad, pueda tener procesos eficientes y efectivos que contribuyan con el desarrollo social, económico y ambiental, no necesita hacer inversiones o transformaciones con presupuestos elevados; para ello basta con hacer una retrospectiva empresarial, evaluar el nivel de discernimiento de la dirección e implementar gobiernos conscientes, filosofías corporativas y políticas que acompañen pequeños cambios, que sumados engrandezcan los resultados integrales de la organización, en síntesis, que realmente lo deseen hacer.
Las empresas como entes fundamentales en el crecimiento y desarrollo del país, y motores indiscutibles de la transformación cultural, deben interiorizar el impacto y la responsabilidad que en ellas recae. Cada proceso y persona que está vinculada o relacionada con la compañía es susceptible de movilización, por ende, y entendiendo el alcance de esto, las rutas estratégicas establecidas por las organizaciones, desde lo más macro a lo más micro, pueden incluir acciones que apalanquen la Responsabilidad Social Empresarial.
Sobre este contexto, llevar a la realidad el concepto de RSE es más afable de lo que algunos empresarios posiblemente puedan creer, basta con hacer una mira interna y una evaluación concienzuda frente a las transacciones que se realizan con clientes y proveedores, aseverar desde allí la transparencia en los sistemas, las alianzas que se pueden ejecutar para unir fuerzas y convertir los diferentes stakeholders en aliados estratégicos, siempre velando por el aseguramiento del cumplimiento de las normas y la diafanidad en todos los procesos.
Adentrándonos aún más en nuestras organizaciones, y comprendiendo que somos generadores de cultura social, podemos permear los comportamientos de nuestros colaboradores y asegurar la contribución en el aumento de su calidad de vida, primero garantizando trabajos dignos, liderazgos desarrolladores y luego entendiendo cuales son las necesidades que subyacen en ellos para entregarles planes de bienestar, auxilios, o estrategias que realmente cubran sus necesidades y vaya más allá de su vida laboral. Con esto no solo comenzamos a implementar responsabilidad social empresarial en nuestras compañías, sino que esto se traduce en empleados más comprometidos, fidelizados y productivos.
Por otro lado, es innegable el impacto que las organizaciones tienen sobre el comportamiento de sus colaboradores; por ello, favorecer la generación de hábitos en nuestras compañías es más fácil de lo que pensamos, podemos comenzar por hacer campañas de promoción y generar espacios que contribuyan con los cambios comportamentales que queremos hacer, de esta forma lograr impulsar en una gran medida la transformación sociocultural. En esta extensión, por ejemplo, si queremos ayudar con la reducción en la huella de carbono o en la economía circular, que son de gran valor en el entorno ambiental, podemos incorporarlos desde las premisas corporativas e integrarlos en los procesos productivos, comenzando por el pensamiento colectivo y fomentando hábitos pequeños como la conciencia sobre el consumo del agua, el ahorro de energía, el desperdicio de papel, el reciclaje, el cuidado de la materia prima, entre otros.
Pequeños cambios pero grandes aportes que finalmente se verán reflejados en resultados más contundentes, sólidos y eficaces; que ayudarán en la reputación de cada organización y les abrirá camino a mejores escenarios económicos; haciendo que cada empresa juegue un papel protagónico, entregando su valor agregado real a la sociedad y al entorno, en el que subyace la razón de su supervivencia en esta batalla de mercados.
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